miércoles, 30 de junio de 2010

La regadera


No le demos muchas vueltas.

Anoche, antes de cenar, me dispuse a tomar un baño. No tardaría mucho, la idea era apresurarme porque Sijey había llamado a cenar. Ese ritual que es nuestro, ese momento exquisito de platicar con ella sin ruido, sin gente, sin más testigos que los ventanales y el exclusivo aire que sólo puede brindar un sex(t)o piso. Con la noche y sus estrellas mirando y su aire entrando y saliendo sin pedir permiso.

Como lo dije, intenté no hacerla esperar, pero por tanta prisa, provoqué la súbita y siempre molesta entrada del shampoo en uno de mis ojos, así que terminpe retardando todo. Mientras intentaba escapar a mi ceguera, sentí un ligero rozón en mi espalda, pasaron segundos y por fin pude abrir los ojos. Ahí estaba Sijey, mirona, estática, retadora, mirándome de arriba a abajo y de regreso, apenas asomada en la cortina de la regadera. Sostenía la mirada con un dejo de cachondez y sexo tácito que no podría explicar. Y no dejaba de verme.

Intenté ignorarla, pero fue imposible. Ella seguía escondida cual asesino que, oculto y mirando desde los arbustos, atestigua la llegada de la policía que ha hallado el cuerpo sin vida. Aquí, la fechoría era en vivo. Sijey me aniquilaba con los ojos. Su expresión en ellos, siempre volátil, cambiaba cada segundo y me dejaba ver su lado más perverso. Es una de sus "formas" de ser que me mata.

De pronto, sin dudar un segundo, abrí la cortina de la regadera e ignoré su grito de sorpresa. La jalé sin ninguna clase de caballerosidad y la metí a la ducha con todo y ropa. Su reclamo hipócrita me significó lo mismo que las lunas de Saturno. Su pijama y su ropa interior cayeron al suelo en los siguientes cinco segundos. La tuve pronto contra la pared fría, con la idea de atomizar sus pezones y luego voltearla hacia mí. Le mordí los hombros e hice que se inclinara, simulando que la penetraba por atrás. Empezó a excitarse.

El desenlace fue no menos explosivo. Ella se puso de rodillas y empezó a mamármela, viéndome fijamente mientras lo hacía. El agua, mientras tanto, le caía intensamente en la espalda. Y yo... me volvía loco.

Verla ahí me puso como asteroide y mientras chupaba mis huevos, me masturbé hasta no poder más. Estallé y terminé en su frente.

La mañana siguiente implicaría fotos y otro encuentro riquísimo y hasta numérico, pero eso lo contará Sijey. Lo garantizo.

martes, 29 de junio de 2010

De vuelta a las andadas


Pues sí, no hay más pretexto que la indicación médica, que si a ustedes los tiene cansados, imagínense a nosotros.


Hace cuatro o cinco días, estábamos conversando por msn, cuando Him comenzó a lanzarme frases y palabras que sabía que ocasionarían algo en mí, y sí, logró su cometido.

Llegó un punto de no retroceso. Entre bromas, le pedí que se comunicara con el médico para solicitar una tregua, pero nunca creí que lo hiciera. Tras un poco de pena y otro poco de risa, obtuvimos “el permiso”.

Salimos de la oficina y cual quinceañeros nos dirigimos a la farmacia para comprar condones, ya que había sido la única condición: “sí, pero con condón”, cosa que no nos agradó demasiado.

Llegamos a casa, nos dirigimos a la cama y comenzaron los besos tiernos, las caricias, se asomaron las ganas, el deseo y la pasión.

Poco a poco fue encendiéndose mi cuerpo hasta que no pude más “ya, te quiero adentro”, le dije al tiempo que él me pedía que dejara pasar su lengua por los recovecos de mi cuerpo. “No, ya no aguanto, te quiero sentir, métemela”, respondí.

Lentamente fue introduciéndose en mí, entre dolor, nervios y placer, fuimos fundiéndonos nuevamente en un solo ser.

Poco duró lo tierno. De repente sus movimientos eran más constantes, rápidos y penetrantes. Mi cuerpo pedía más y él no se podía contener.

Cambiamos de posiciones varias veces, incluyendo nuestra favorita. Lo monté, me moví, de arriba abajo, de un lado al otro, en círculo… en fin, así estábamos hasta que escuché “¿vamos al pasillo?”.

Lamentablemente, entendí mal la propuesta… él se refería al pasillo del edificio, no al del departamento.. y bueno, terminamos, nuevamente, en la habitación que da a la escuela, pero esta vez sin testigos de nuestro fuego.


Después recurrimos a nuestro sillón café, yo arriba de él, él recorriendo mis senos, clítoris y nalgas con sus dedos, hasta que exploté… toqué el cielo y regresé… me hinqué, comencé a lamer su verga, la succioné, y mientras lo miraba, toqué con mi lengua otros rincones… le pedí que se masturbara, se arrancó el condón, lo tiró y comenzó a mover su mano hasta que no pudo más y estalló en mis senos…

sábado, 12 de junio de 2010

Nunca digas nunca


Si bien, estrictamente hablando, continúa el ayuno sexual, el viernes ha significado un día peculiar, por decir lo menos.

La tarde transcurre normal, Sijey y yo tirados en la sala, viendo en la computadora algunas opciones de muebles para el hogar. Y así, como si algo llegase sin aviso, el interés cambia y, súbitamente, las consultas en la red incluyen destinos diferentes. En ambas laptops empiezan a caer resultados para búsquedas diversas que refieren a strippers, servicios a domicilio, sexo a domicilio, tríos, orgías, escorts, acompañantes para parejas y hasta clubs swingers. ¿Ideas derivadas del post anterior? Podría ser.

Los minutos transcurren, el viernes se ha vuelto noche, el aire se cuela por la ventana y la excitación invade las entrañas de Sijey y mías. Pero no decimos nada. Cada quien mira las pantallas de nuestras laptops, infestadas de imágenes, en su mayoría, de mujeres desnudas y dispuestas a coger. El oficio más antiguo se cuela en nuestras mentes como complemento, no como necesidad, mucho menos urgencia. Es la cereza de un pastel que nunca hemos probado, pero que se ha metido en nuestra cabeza porque… porque así somos los seres humanos desde nuestro cariz perverso.

Intercambiamos puntos de vista acerca de las putas, pero en realidad, la mayoría del tiempo se cubre con silencio y una que otra risita en la que esperamos, cada quien desde nuestra trinchera, que el otro pregunte: “¿de qué te ríes?”.

Había un plan de salir, pero es demasiado tarde. Nos ha cogido el momento, nos hemos arrojado a un embudo sin fin. Y ahora, mientras mi computadora debe reiniciarse por un problema en la red, Sijey aprovecha el buen funcionamiento de su lap para internarse nerviosamente en los relatos rojos de una página especializada en swingers. Uno tras otro los lee, y lo hace con ganas y no para. Resaltan las horas en las que alguien narró que asistió a este tipo de lugares “xxx” y presenció cómo un stripper sacaba a su esposa a la pista para cogérsela del modo más intenso y sin límites, con excepción del condón.

Sexo, sexo y más sexo se mete a los ojos de Sijey, a quien le extraña que yo no haya promovido acción alguna para, si no coger, al menos sí empezar a cachondearnos en la sala, nuestro lugar favorito. Tanto hemos leído y visto esta noche que resulta inverosímil terminar con actividad nula. Al final, tras darme a leer mi mujer estos relatos, es momento de saciar lo calientes que estamos ya. Pero antes… un último estímulo: encontramos una página porno con tags que llevan a búsquedas muy específicas. Orgías, encuentros de un hombre con varias mujeres mamándosela, después una joven siendo cogida por casi 10 caballeros, máquinas consoladoras, dildos, voyeurismo, fetiches, en fin.

Ella se levanta, va a la recámara y regresa con su vibrador de siempre. Se recuesta en el sillón, abre las piernas y empieza a rozar su clítoris con el objeto rosa, mientras yo le ordeno que se quite todo. No hay más, también estoy hirviendo yo.

Para aderezar el momento, pongo la escena de un trío HMH en la cual, en algún instante, la mujer le lame el culo a uno de ellos. Sijey entiende el mensaje y, sin dejar de masturbarse, me pide que me acerque. Unos segundos después, tiene mis huevos sobre su cara y después aprovecha recorridos y movimientos para lamerme el culo. Los espasmos son muchos y muy intensos, además de que luego abre la boca aún más y mama mi verga del modo más exquisito. Me dice que las historias del club swinger y todo lo demás la han excitado mucho y continúa.

A los pocos minutos, ella estalla. Y posteriormente, yo descargo demasiado semen sobre sus tetas. Ella, más que yo, podrá decir cuánto.

La escena en la sala termina y en mi Inbox yacen dos mensajes de una mujer xxx, quien nos facilita una tarifa por coger y una más por completar un encuentro de tres.

La penetración, una vez más, queda como el animal más hambriento, ansioso de devorar lo que el tiempo (aún poco) ha impedido.

Mientras tanto, mi novia y yo seguimos descubriéndonos del modo más perverso, más pasional y más intenso. La complicidad sigue en aumento.

Continuará.....

domingo, 6 de junio de 2010

Sijey y Him responden


Respuestas a las preguntas que nos enviaron:

1. (Exclusiva para Sijey): Ya cuando te fusite... ¿hiciste algo en la regadera para controlar ese "calcinarte"?
S: No, era hora de ir a trabajar, además mi "amigui" estaba un poco lejos.

2. Chicos, ¿se atreverían a hacer un trío? y de ser así… cómo sería HHM o MMH?
S: No creo, soy algo celosa, no podría ver a una mujer tocándolo al mismo tiempo que yo; tampoco me gustaría que él me viera con otro.
H: Cualquier hombre que diga que no le gustaría un trío HMM miente. Lo haría.

3. (Exclusiva para Sijey): ¿cómo nació el cariño para tu "amigui" y cuántas veces a la semana lo utilizas?
S: Jajaja ¿cariño? no, no. Lo descubrí en una etapa de mi vida en la que estaba "mal acompañada". Lo uso una o dos veces a la semana, depende mucho de Him. Rara vez lo uso cuando él no está.

4. ¿Dónde les gusta hacerlo más o cómo le hacen para que se mantenga viva la llama sexual porque se nota que lo hacen muy seguido?
S: Mi lugar favorito es nuestro sillón café. Creo que la clave está en dejar que fluyan las cosas, no predisponerse ni planear nada.
H: El sillón café, pero la cama siempre será el sitio idóneo para mi posición preferida: por detrás. Creo que importa mucho ser versátiles y no siempre hacerlo en la cama y con una sola manera de coger.

5. (Exclusiva para Sijey): cómo le haces para que te "gusten" las nalgadas y jalones?

S: No es que me encanten, lo que me gusta es verlo excitado.

6. Exclusiva para Him: ¿cómo defines a tu mujer en la cama?
H: Algo sucia (por el sentido cachubi, obvio). Su mirada es cachonda y me parece versátil en gran medida. Me gusta que pegue gritos, eso me hace pensar que no le interesa lo que diga la gente... y eso atrae. Otra cosa que uno agradece es que se desnude sin tapujos. El que una mujer completamente desnuda se pare frente a ti sin pena dice mucho.

7. ¿Han sido infieles?
S: Sí
H: Sí.

8. Una chica comentó de una orgía. ¿Ustedes se animarían a estar en una, aunque fuera como simples voyeurs?
S: Mmm participar, definitivamente no. Observar, no lo sé.
H: Ver sí. Hace poco soñé que estábamos en un cuarto con muchas parejas y nos veíamos mutuamente. Me prendió bastante.

9. ¿Han hecho sexo anal?
S: Sí
H: Sí.

10. ¿Hay algo que jamás en la vida harían como pareja sexual?
S: El tema del trío me es complicado
H: Mmm, no haría un trío HMH.

11. ¿Les gusta el lenguaje sucio, los prende más?
S: No necesariamente.
H: A veces. Lo nasty a veces está más en las miradas y en la actitud que en las palabras.

12. En cuanto al sexo anal… ¿hay alguna forma de que sea menos doloroso?
S: No lo he descubierto aún. Quizá un par de copas ayudan ;)
H: Lubricante, definitivamente.

13. ¿Por qué fregados cuando están en el momento más sabroso, la vagina hace ruidos como si fueran gases?
S: jajajajaj buena pregunta, ¿algún ginecólogo en la red?
H: No sé, pero se oye horrible.

14. Recomienden por favor películas pornos y actrices y actores para checar el dato.
S:
H: No sé películas, pero tengo mis actrices favoritas: Vicky Vette, Jewel Denyle, Jeanna Fine, Anna Malle y algunas más.

jueves, 3 de junio de 2010

Peligro, flamable


Ha pasado sólo una semana de las seis que indicó el médico. No sé cómo podré sobrevivir a las siguientes, pues el fuego contenido poco a poco quema mi interior.


Generalmente él se despierta primero que yo, antier no fue la excepción. Se levantó, se metió a bañar, se cortó el cabello y se volvió a recostar junto a mí. Me abrazó de tal forma, que su cuerpo y el mío se acercaron demasiado. Mis nalgas rozaban su miembro, aún en reposo.


Comenzó a besarme el cuello y a acariciar mis pezones. No pasó mucho tiempo cuando sentí su verga firme. Él excitado, yo más. Se quitó la poca ropa que traía puesta y empezó a masturbarse, intentando de repente penetrarme, sin tener éxito.


Apreté fuertemente sus testículos con mis manos mientras él decía “agárralos bien”. Le mordí dos veces el muslo y fui acercando mi boca al punto exacto que lo vuelve loco. Sin dejar de tocar el espacio que hay entre su ano y los testículos, comencé a mover mi lengua.

Pocos minutos después, una de sus bolas estaba completamente dentro de mi boca. La succioné con ganas de arrancarla, mientras escuchaba sus sonidos de placer, su respiración agitada, y sentía su mano moverse más rápido sobre su verga.

Una y otra vez lo toqué, lo mordí, succioné… hasta que escuché “estás cabrona, ya me voy a venir”. Rápidamente junté mis bubis y con la mirada le señalé en dónde debía hacerlo.

Con el pecho empapado y calcinada por dentro, me levanté de la cama y me dirigí a la regadera.
Por cierto, propongan preguntas para el cuestionario que sugirieron.

martes, 1 de junio de 2010

La noche atómica (Partes I y II)


Parte 1
Diciembre pasado, a muy pocos días de terminar el 2009. Espero recordarlo del modo más fidedigno.

Todo comenzó cuando estaba todo oscuro, desde el auto, camino a una tienda. Sijey dijo que una expresión traviesa e infantil en mis ojos hizo que se calentara poco a poco. ¿La consecuencia? Desabrochó mis jeans y, en pleno trayecto, me la sacó y comenzó a hacer un blowjob memorable. Por momentos no volteaba, por momentos me miraba. A tono de locura, a tono de posesión, a tono de cachondez extrema, a tono de lo que uno pueda imaginar...

Me retó con los ojos opacos, algo sugirió, pero para mi mala fortuna, llegamos repentinamente a la mentada tienda. Ella abrió la puerta y apenas tuve tiempo de acomodarme los jeans de nueva cuenta y aparentar mi tranquilidad y rectitud ante el pequeño mundo del establecimiento. Por dentro, colisionaban mis átomos.

La razón de ir al súper era simple: una fiesta decembrina que, aunque interesante, se tornó la más inoportuna del mundo. Llegamos al lugar del reventón y, antes del arribo de los invitados, reanudamos el cachondeo en la cocina. Recuerdo que Sijey me susurró al oído la propuesta de cancelar todo para, mejor, subir y coger y coger y coger. Pero ya era tarde. El sonido del timbre y la aparición de los primeros invitados confirmaron nuestra imposibilidad para hacer el amor. ¿Ventajas? Acumular más ganas.

La fiesta transcurrió y el vodka fue un catalizador extra que le puso pimienta al asunto. Varias veces nos cruzamos mi novia y yo y nos rozamos, sabiendo que nos esperaba una noche atómica apenas se marchara el último invitado. Al suceder esto, alrededor de las 4 de la mañana, fajamos en la puerta de entrada y poco tardamos en subir y tirarnos en la cama.

Parte 2
Cuando una cogida se extiende durante poco más de 2 horas es difícil plasmar en unos cuantos párrafos todo el recorrido que cristalizó un cataclismo. La intensidad, solvencia y naturaleza del encuentro son propios de los sentidos, no de los recuerdos, así que lo que diga es poco. Con Sijey, tan sólo recuerdo que quedé complacido y, a la vez, hambriento de más. Sencillamente parecíamos no tener límite. Entre los flashazos que se quedaron atrapados en mi telaraña mental está un fastuoso 69 que desató todo. Si bien ella atacó de inmediato mi cadera para reanudar con un segundo blow lo que había comenzado en el coche, yo la volteé abruptamente para edificar el balance más delicioso que puede darse en la humanidad: ese número perfecto en el que ambos nos apoderamos del otro al mismo tiempo.

La que significaba la cuarta vez que lo hacíamos se tradujo en un sinfín de cambios de posición. Sobresalientes fueron sus movimientos cuando ella estuvo arriba, viendo hacia mí. Luego, sin cambiar de posición, la obligué a que mirara hacia el otro lado y me diera la espalda, lo que hizo que me viniera en sus entrañas. Pero fue tal mi ansiedad que, casi sin dejar de moverme, volví al ruedo. Parecía que esos "varios minutos de recuperación" que requiere el hombre no eran de mi interés, así que la erección nunca se perdió y la escena continuó prácticamente tras mi primer orgasmo. Aparecieron los jalones de cabello, las nalgadas, el sudor incesante, los gritos sin pudor ni reparo, los agarrones de manos y los espasmos en cada movimiento. Incluso, tuvimos tiempo para que, mientras la penetraba, nos dijéramos cuán capaces de hacer tríos u otras variantes éramos. El "misionero", la cucharita y la posición por detrás se alternaron tantas veces como fue posible para construir un concierto de sexo hasta que, pasadas las dos horas, alcancé a escuchar la agitada voz de Sijey: "¡¿Cómo te apago?!".

Tal como pasa cuando uno se desmaya, no me es posible recordar de modo preciso cuándo llegó el blackout que nos desconectó. Sólo sé que amanecimos entrelazados y partimos a desayunar sin bañarnos.

La noche más atómica de todas... y, al menos para mi cerebro, la mejor hasta el momento.