miércoles, 31 de marzo de 2010

REC


La grabación dura 54 segundos. Comienza con una mujer recostada, sin almohada, en el centro de la cama. Sus piernas distendidas, abiertas. Y a continuación, se ve un vibrador. No penetra, sólo suena y la roza. Sus ojos están cerrados, y su boca semiabierta.

Quien graba, súbitamente, mueve la cámara hacia la derecha. Da vuelta a la cama con cierta lentitud y al quedar en posición distinta, se acerca al rostro de la mujer, quien permanece con tensión en su boca. Ella abre ligeramente los ojos, y al ver el pene en su mejilla, voltea la cara y empieza a lamer. Después, lo toma con una de sus manos y lo acerca más. En un tercer instante, baja la barbilla y los lame. El vibrador suena más fuerte. Ella misma, actuando por doble partida.

Al final, poco antes de que se termine el video, la imagen retoma su rostro y ella dice algo.

Es casi inaudible, pero si uno dedica más atención y sube el volumen al máximo, se alcanza a escuchar lo que expresa la mujer, quien no deja de masturbarse.

"Quiero que me cojas".

martes, 30 de marzo de 2010

De película


Febrero de 2010. Cuernavaca. 31 grados.

Anocheciendo con la misma soltura de una ciudad que se deja consentir por el día y por la noche. Place y complace, como sea. Es otro ambiente, otra atmósfera. Y antoja...

Parece que ella tenía todo planeado. Entramos al cine, yo con jeans y ella con ese vestido rosa. Una tanga microscópica escondida.

No le dimos vueltas. Llegamos a las butacas intermedias y a los besos extremos. Pronto. No quedaban migajas de duda de que hacerlo en la mañana durante poco más de una hora había sido insuficiente, intenso, pero queríamos más. El clima, el sudor, el aire acondicionado a tope, la ciudad, las ganas, los besos "franceses" y, especialmente ahora, el lugar, un sitio diferente. La "adrenalina", le llaman los puristas.

La intensidad en los besos y un faje previo nos catapultó a la última butaca, a 10 filas del potencial metiche. ¿Escondidos?... sí. ¿Ocultos?... no. ¿Riesgo?... todo. Eso nos hizo actuar. Ni siquiera la mejor película nos habría frenado.

Si bien recuerdo, yo comencé la galopada. Casi le arranqué la tanga (al final sólo la hice a un lado) y metí mi lengua hasta extraer su jugo. Succioné, ese es el verbo. Fuerte, pero cierto. Frené al cabo de unos minutos.

Después... ella. Curveó la cabeza, quitó la barrera, me desabrochó los pantalones y me hizo sexo oral. Uno de los mejores desde diciembre. Inmóvil yo, insaciable ella.

Y el desenlace, simple. Ella se quitó la tanga, acomodó el vestido en posición y se subió en mis piernas, mirando hacia la pantalla. Si alguien entraba, sin duda, nos vería.

Fuimos rápidos (no tanto, pero sí breves). Le apreté un seno y me encomendé al más endemoniado de los deseos. Me apretó como pocas veces, jadeó, subió, bajó y me hizo venirme más de la cuenta en sus entrañas. Después, sin decir algo, se quitó y se sentó en su butaca. Volteó, me miró, sonrió, me tomó la mano y la besó. Ambos sudábamos.

Y el aire acondicionado... a tope.

Final feliz...


Todo comenzó con una discusión que aparentemente tendría un fatal desenlace, casi dos horas dándole vueltas al mismo tema, al mismo punto y sin obtener avance. Se acercaba la hora de regresar al trabajo y no habíamos llegado a ningún acuerdo.

Él callado, en su cabeza daba vueltas la pregunta "¿qué hago?", lo sé porque lo conozco; yo lo observaba, he de confesar que me encanta cuando se enoja, amo su tono firme y claro, su mirada penetrante, su mueca muy peculiar y sus ojos desorbitados, me hace sentir un calor interno difícil de describir.

Algo dijo, la verdad no sé bien qué fue, no le ponía mucha atención a sus palabras. Tal como en una película, pasaba una y otra vez por mi mente la imagen de dos noches atrás, ese acto que quedó suspendido y cancelado...
De repente pregunté "¿qué dijiste?" y como él sabía perfectamente que se había equivocado, no pudo disimular la sonrisa que escapó de sus labios.

Me levanté del sillón y me dirigí a la silla del comedor donde se encontraba viendo hacia la nada, me senté en sus piernas, de frente a él, lo besé y desperté su fuego interior. Me despojó de mi blusa, me quitó el bra y mis senos dejaron ver mis ganas.

Más rápido que de costumbre, se quitó la camisa, el pantalón y los boxers; mientras lo hacía, me ordenó que me quitara el resto de mi ropa (en esos momentos se convierte en sargento que da órdenes muy precisas) y le hice caso.

En menos tiempo de lo que esperaba, otra vez frente a la ventana, pero en esta ocasión los rayos de sol iluminaban nuestros cuerpos. Hoy tuve un poco más de pudor, y como era más probable que algún mirón presenciara nuestro desfogue, lo jalé hacia el sillón, cerré las persianas y me monté sobre él, sintiendo como poco a poco me penetraba...


Lo que inició como un beso terminó en una increíble cogida que duró poco menos de media hora, suficiente para hacerme recordar lo que era tenerlo dentro...

Nos valió el impedimento médico y poco nos importó la hora, eran tantas nuestras ganas de terminar lo que habíamos dejado pendiente, que el mundo salía sobrando... y sí, la discusión tuvo un final muy feliz.... yo toqué el cielo dos veces y el se conformó con verlo una vez... Han pasado 4 horas y aún tengo su olor en mi piel, aún tengo ganas de él...

lunes, 29 de marzo de 2010

11:35


Siempre es excitante. Sólo hay tres opciones: dormir frustrado y caliente, cerrar los ojos sobre la almohada tras haber sido succionado por sus piernas temblorinas o... practicar ambos la autocomplacencia viéndonos mutuamente, cortesía de una razón médica que nos impide coger y coger y volver a coger.

Hoy es una de esas noches. Así como nadie sabe cuándo morirá, hoy ignoro cómo cerraré los ojos.

La imagen es atrayente. Son las 11:35 PM. Ella muestra su pierna izquierda al foco. La dobla y la hace verse más y más excitante. Empiezo a calentarme y a respirar más rápido. Debo subir el volumen de la música para disimular mis respiraciones y mis no pocas ganas de arrancarle la blusa grisácea de tirantes morados. Al menos, si la blusa no cediera, podría abrir sus piernas y asaltarla de nuevo con mi lengua como hice ayer. Me he hecho adicto al jugo. Amo su sabor, aunque no podría decir que me es familiar. Como sea, quiero comerla por ahí.

Se descubre un seno y vuelve a esconderlo.

Hace minutos, la inaudita se desnudó con la cortina opaca, pero no resistente a las miradas de los departamentos aledaños. Lo niega, pero la excita exponerse. De lo contrario, jamás había sido "parte" de una vitrina hace dos noches, aun cuando tuviese edificios a seis kilómetros de distancia.

Las tres opciones permanecen, pero creo que hoy me iré a la siesta sin vaciar mi deseo. No salpicaré nada, ni un hombro, ni un seno, ni ese culo que amo, ni la vagina cuyo anuncio de "en reparación" sigue vigente. Si acaso, mojaré mis sueños, pero despertaré seco. Todo permanecerá en su capullo. Ningún rayo saldrá de la nube. Y mañana será otro día.

Por el momento... hoy es una de esas noches... una de esas.

ANTOJO DE HOY: Hacerle sexo oral, mucho. Hasta que me duelan los labios.

Ardiendo de ganas


Desde hace un par de meses mi novio y yo dimos por hecho que viviríamos juntos, no hubo necesidad de aclararlo, ponernos de acuerdo, establecer reglas de convivencia, dividir gastos, ni mudanza, simplemente se dio y desde ese instante comenzaron a ocurrir una serie de sucesos extraños, pero deliciosamente increíbles.

Como me será un poco complicado recordar cada instante y situación vivida hasta ahora, comenzaré a narrar nuestras vivencias a partir de antier, que es el suceso más reciente y el que tengo fresco en la memoria.

Él estaba viendo la televisión y yo leyendo un blog que encontré en la red y del cual me he hecho adicta; de repente se me ocurrió ir a la sala, me senté en el sillón y fijé mi mirada en el edificio de enfrente, donde a través de una ventana veía a un niño jugar con su computadora. En ese instante tuve un flashback, en diciembre, antes de que viviéramos juntos, decidimos darle rienda suelta a nuestros deseos olvidándonos que los amplios ventanales de la sala dejarían al descubierto nuestros cuerpos desnudos. Hacía un poco de frío (pretexto perfecto para exigir calor humano), comenzaron los besos y las caricias, seguidas de susurros en el oído; poco a poco fue despojándome de mi ropa hasta que terminé hincada sobre él, él muy dentro de mí...

(Regreso a la actualidad) Hincada en el sillón y viendo al niño por la ventana recordé la escena que acabo de narrar y en ese momento le hablé: "amor, ven, corre, quiero que veas algo"; tras escuchar mi grito llegó, se hincó a mi lado y observó al niño.

Him:"¿Qué estás queriendo decir? ¿que en aquella ocasión los vecinos nos vieron?"
Siyei: "Claro, se ve súper bien lo que hay en el otro edificio; mira, ve al niño, casi podría describir lo que hay en su pantalla"
Him: "Noooo, nosotros teníamos la luz apagada, sólo el arbolito de Navidad iluminaba la estancia"
No sé en qué momento ni cómo fue, pero en cuanto terminó de expresar esas palabras me despojó de mi pijama, de mi tanga de encaje y me besó; comenzó por la cabeza, la oreja, rodeó mi cuello, bajó por la espalda, acarició mis muslos y se detuvo justo en el punto que me hace gritar y vibrar. Recorrió lentamente con su lengua ciertos recovecos, en eso estábamos, yo disfrutando y él... simplemente echando más leña al fuego...cuando lo interrumpí

Siyei: "Voy por mi amigui ¿puedo?"
Him: "Para qué, si me tienes a mí... pero bueno, ve por él"
Fui por él, por el "amigui", un vibrador rosa que compré hace tiempo y me ayuda a llegar más rápido al orgasmo, y mientras él seguía recorriendo mi cuerpo con su lengua y sus labios, coloqué al amigui justo ahí, donde a los pocos segundos estallo...


De repente, me levantó jalándome del cabello, me tomó de la cintura y, recreando una escena de una vitrina roja de Amsterdam, me pegó en la ventana, dejando expuestos mis senos, mi cadera, mis muslos y el lugar que muchos quisieran ver, pero que sólo él es dueño absoluto... mostrando mi silueta a cualquier vecino mirón que pudiera asomarse por su ventana, cosa que parecía excitarle demasiado.

Justo cuando él se colocó atrás de mí, listo para entrar y fundirnos en un solo cuerpo, tuvimos que parar y regresar cada uno a su actividad previa... él al sillón para ver la televisión y yo a mi recámara para navegar por la red, ambos ardiendo de ganas...