lunes, 26 de abril de 2010

La etapa oral


El médico nos sugirió relaciones con penetración, y como somos bien obedientes, entonces dedicamos tres sesiones del fin de semana a "ser orales".

En las primeras dos, ella se masturbó al tiempo que me acercó y me la mamó. Placer a dos tiempos. Hacía tiempo que no pasaba, y admito que me encantó la forma en que lo hizo.

Ya en la tercera... recurrimos al 69, algo que increíblemente habíamos dejado relegado en los 4 meses de noviazgo. Pero ella no sólo se limitó a la tradicional forma de hacerlo. No. De hecho, atacó el culo, sacó el dildo y me encendió con él, haciéndome terminar sobre su vientre. Posteriormente, ella usó el vibrador para culminar casi gritando.

Una mañana de domingo ruda, pero deliciosa.

viernes, 16 de abril de 2010

Calientes decentes



No importó la fecha. Faltaba poco para regresar al trabajo y un beso atómico hizo que se derramara el agua. Le insinué cómo podríamos hacer el amor: yo sentado en la cama y ella sobre mí. Su negativa fue lo más falso del mundo. Dijo no, mientras movía el cuerpo y abría la boca. Era un sí despistado, un sí a discreción.

Así pues, tomó un minuto encontrarnos desnudos sobre una toalla. Y así... lo acostumbrado: gritos y fuerza, andanadas de pasión golpeando las paredes del cuarto a plena luz del día. Está claro... la noche no se necesita para prender faroles de sexo.

En un tramo catártico, ella alcanzó a pedir que la cogiera por detrás, así que se puso de rodillas y yo penetré con fuerza, quizá no tanto como en otras ocasiones. Ante ello, me pidió que lo hiciera con mayor intensidad. Y respondí arremetiendo una y otra vez, hasta que estallé en el fondo de ella.

Después, fuimos una pantomima vespertina, graciosa, de risa. Ambos intentamos quitarnos cuanto rastro de sexo hubiera, pero fue imposible. Me dieron ganas de ofrecer a los vecinos una disculpa por "las molestias que el placer les ocasionara".

Al final, aunque calientes, somos gente decente.

domingo, 11 de abril de 2010

La favorita...


Nos levantamos un poco más tarde de lo acostumbrado, planeamos nuestro día, nos bañamos, desayunamos y justo cuando él estaba a punto de peinarse, se me ocurrió pasar frente a él, subirme la bata y dejar al descubierto mi cuerpo.

Más tardé en hacerlo que él en tomarme entre sus brazos y llevarme a la cama. "No, es tarde, no podemos", pronuncié, pero ya era demasiado tarde. Él se había despojado de su ropa y a estaba a punto de hacer lo mismo con la única prenda que cubría mi torso.

Me aventó sobre la cama, aún sin tender, tocó mis senos que tanto le gustan, y humedeció con su lengua mi clítoris y vagina. Yo mientras intentaba repetir "vamos a llegar tar...." y no pude terminar la frase... sentí cómo poco a poco me penetraba.

Él arriba, coloqué mis piernas sobre su espalda para que pudiera entrar mejor y comenzamos a movernos, más rápido de lo usual y con las mismas ganas de siempre. Así estuvimos durante varios minutos hasta que se levantó e intentó masturbarse. No tuve que decir nada, mi cara expresó todo lo que mi cuerpo deseaba, y me preguntó "¿quieres más? ¡voltéate!".

Obedeciendo a su mandato, me apoyé en rodillas y codos y coloqué mis nalgas muy cerca de su pene firme y húmedo. Rápidamente lo introdujo, me tomó del cabello y comenzó a moverse delicioso, rápido, salvajemente... "te gusta mi verga", me preguntó, pero el placer que sentía era tal, que no iba a desperdiciar unos minutos en contestar y seguí gimiendo. Creo que hasta el último vecino que quedaba dormido en el edificio, se despertó con mis gritos, con mi placer y mi excitación.

Cuando ya no podía más y estaba a punto de explotar y tocar el cielo grité "yaaaaa", a los segundos escuché a lo lejos un "ya me voy a venir, ¿quieres?"... volvió a meter su verga hasta el fondo y explotamos juntos.....

miércoles, 7 de abril de 2010

¿No tocar?


Acaso, para mí, fue el mejor día que he pasado con ella. Y no se festejó nada.

Caminatas, un arreglo de tulipanes y música fueron el condimento sabatino. Ya en sí, lo relevante lo configuraron una plática interminable en la tarde, una por la noche y, entre ambas, una cogida no tan duradera como las de otras veces, pero sí más intensa. Inolvidable.

"Never There" y "Tainted Love", canciones culpables de que ella decidiera emprender un baile cachondo, con sabor a tubo y a sexo. No por nada, decidió ausentarse unos minutos para, posteriormente, volver a mí... ataviada en un liguero y alzada por botas negras. Una dominatrix en toda la expresión de la palabra. Quería algo más rudo, no había duda. Y me hizo arder.

Su promesa de "sólo ver, no tocar" significaba una broma, incluso para ella misma. No titubeó cuando empecé a besarla, cuando la coloqué contra la fría pared y empecé a ordernarle cosas, muy al estilo de mi otro yo. Pronto me vi sentado en una silla y comencé a grabarla. Le dije que me mostrara los senos y lo hizo al instante mirándome fijamente, luego me arrebató la grabadora para captar mi breve masturbación y, finalmente, volví al control de la tanda, poniéndola de rodillas, y obligándola a mamar.

Y no hubo que esperar más. Nos fuimos al célebre sillón café junto al ventanal del que hemos hablado tantas veces. Después de un par de posiciones, ella me dio la espalda, se hincó sobre el sillón, tomó un cojín como su cómplice y me dejó entrar. Esta noche, me pidió dos cosas a gritos: que la cogiera más fuerte y que la metiera hasta dentro. Eso hice. Sus gritos aún retumban en mi cabeza como terremoto y me hacen sentir réplicas de erección.

Para culminar, fuimos a la recámara y ella se masturbó con el famoso vibrador rosa que ya pide esquina.

La desnudez no desaparecería sino hasta horas después.

viernes, 2 de abril de 2010

Los pasillos


Hoy busqué un lugar en el trabajo en el cual pudiese hacerle el amor, pero no lo encontré. Decenas de cámaras resguardan el lugar y los pasillos, supongo por ocasiones anteriores, así que será mejor reubicar la escena.

Raro e irónico. Hemos hablado de cuánto nos excitaría grabarnos, pero hoy le huimos a las cámaras, a los focos rojos, como le llama una lectora.

Un relato corto de algo que no pudo ser. Pero al menos en mi cabeza sí sucedió. Ella estaba atrapada entre la pared y yo, con los brazos extendidos hacia arriba, indefensa y preparada. Le besaba el cuello y permitía que me mordiera los dedos con cierta intensidad. Ella cerraba los ojos y pedía que entrara, que entrara ya.

Y así comenzaba todo....

La tercera vez




Habían pasado algunos días después de la primera vez, la cual me dejó un tanto sorprendida, no por buena, sino por "común y trivial". Ya me había quedado a dormir en su entonces casa, esa casa que tiene una historia detrás y que me hace sentir tan incómoda, por lo que bloqueé de mi mente la segunda vez.

Nuestro tercer encuentro fue en nuestro ahora departamento, en ese entonces sólo mío. Casi lo acababa de comprar y aún permanecía vacío, sólo la sala café y el árbol de Navidad me hacían compañía.


Habíamos ido a comprar unas persianas provisionales para la recámara, le pedí que me ayudara a colocarlas y él me pidió que me sentara a su lado.

Sentados en el sillón más grande y creo que conversando, comenzamos a expresar nuestras ganas a través de besos húmedos y miradas coquetas; después, sus manos recorrieron mi cuerpo y fueron bajando cada vez más, hasta que, por primera vez, dio la orden que ahora es común: "quitate todo".

Me despojé de mi ropa mientras él hacía lo mismo. No recuerdo cómo empezamos, a qué posición recurrimos primero, pero cuando me tocó estar hincada frente a él y sintiéndolo muy dentro de mí, descubrí una mirada en él que nunca había visto, entre niño travieso y hombre lujurioso.

Fue la primera vez que se atrevió a jalarme el cabello y descubrió que no me disgustaba en lo absoluto; la primera vez que dio una orden y la cumplí; la primera vez que cogíamos sin pudor y sin persianas.


Tras casi una hora de unir nuestros cuerpos, descubrir nuevas zonas, intentar posiciones diferentes y dejarnos llevar por nuestros deseos, terminó dentro de mí, sonrió y me dijo: "yo no hice nada", a lo que respondí: "eres un mosca muerta".

Hoy, aunque ya no me engaña su cara de niño inocente, me sigue excitando, al igual que su mirada traviesa.