
El sábado sirvió. Fue un día muy social, de esos que te dejan deseos de gastar el día siguiente con tu pareja y sólo con tu pareja. Con ese ánimo, ha comenzado el domingo. Hay un pacto que incluye "caprichos" y, al ser mi turno, le he dejado a Sijey en el celular un par de opciones: 1) Ver escenas porno mientras cogemos o... 2) Que use su traje de red.
Apenas abrimos los ojos, comienzan los besos, el cachondeo y, sí, se decide la segunda opción. Sijey entra al baño y unos segundos después sale enfundada en el traje de red que ya alguna vez me mostró en una imagen. Pero ésta es la primera vez que lo veo como tal. Y así, poco tardo en abalanzarme sobre ella. Lubricante y verga adentro. No ha habido demasiado foreplay.
Mientras se la meto, me muerde la oreja y eso propicia un nivel de antojo y excitación completamente inusual en mí. Además, sus pezones se asoman entre los agujeros del traje de red, saliéndose como si quisieran escaparse en definitiva. Yo les ayudo mordiéndolos y poniéndolos con ello más duros y erectos. Deliciosa visión. Toda ella está atrapada en tal atuendo, excepto su vagina y su culo. Hay libertad para atacarlos en cuanto yo lo desee. Una abertura invita a penetrar o a mamar, según sea el caso, según el antojo.
La coloco de lado y entro como hace días. Ella vuelve a pegar un enorme grito y confirmamos que, en dicha posición, mi verga alcanza "algo" que desata reacciones encontradas. No podemos asegurar que sea dolor, pero mientras eso pasa, la postura se completa para entrar por atrás. Ella me dice que vuelvo a ponerme como loco, entrando y saliendo, tomando su nuca, agarrando su cuello, tapándole la boca, metiéndole un dedo y simulando que me lo mama. A la vez, los espasmos y los embates de ida y vuelta. Agarro sus nalgas y al rasguñar se pondera cuán excitado estoy. Sé que tenemos todo el domingo para nosotros, todo el departamento, todas las horas, y no pienso frenar.
La habitación ya es un santuario de sexo. Se pueden encontrar esposas, condones, lubricantes, poppers, juegos de mesa, vibradores, balitas anales y varias cosas más.
El ruido de la cabecera es tal que hace creer que se está cometiendo un crimen. Y para entonces, me acuesto y le ordeno a Sijey que se coloque arriba de mí. Ella obedece, envuelta en ese traje de red que tan loco me pone, y reanudamos la cogida. Como se esperaba, se mueve en círculos y arquea mi verga una y otra vez. A veces siento como si me la fuera a arrancar. El ruido de los fluidos permite que el entorno se convierta en un monumento al sexo. No hay receso, imposible parar. Tomo mi teléfono, pongo la función de grabar y la capto durante poco menos de un minuto. Sus tetas se han salido del traje y rebotan de manera exquisita con los impulsos de mi pene.
Dejo de grabar y vuelvo a ser prisionero de esta mujer que se mueve como fiera. Me va abatiendo. Todo se da así hasta que ella desmonta, fuera el condón y con ruidos arrebatadores empieza a mamar mis huevos mientras yo jalo mi verga. Me ve tan excitado... que saca del cajón la balita anal y la coloca en mi culo. A la vez, sigue mamando y hablándome como ella sabe. Estoy literalmente "en sus redes".
Los impulsos son tales que exploto, lanzando semen que cae en mi estómago y en mis muslos por igual. Mi mujer sonríe y me mira retadora, como sabiendo que esto es apenas una fracción de un domingo que tardará en finalizar.
La puerta se mantiene cerrada, no esperamos visitas. Olemos a sexo. Queremos más...